KOMCHE (2)
Asefa tiene diez años. Físicamente, parece un poco de Gambela (frontera con Sudán), pero es del mítico Welo. Llegó a la ciudad hace ya tres meses, pero parece que fue ayer. En su pensamiento, en sus hábitos, fue ayer. Asefa en el pueblo tenía tres vacas que se llamaban Trono, Halcón y Mestiza (ésta era manchada). Tenía también un toro que se llamaba Limón. Y un perro que se llamaba Tigre. Qué fantasía. No sabe leer ni escribir, pero, eso sí, de vacas sabe un montón. De ovejas, no. No es su especialidad. A pesar de sus conocimientos, Halcón y Mestiza se murieron. No llovía, me dice. Y tenían hambre. A Trono y Limón los vendieron. Tigre se lo quedó un hermano suyo que todavía vive allá.
Asefa sólo sabe hacer un truco. Se cruza todos los dedos de las dos manos, hace un movimiento tipo molinillo, da una palmada y ¡plas!, descruza los dedos. ¡Magia!, exclama. Y ahí nos quedamos los demás un poco estupefactos, porque no entendemos ese concepto de magia tan absurdo. Yo le he sugerido que cuando dé la palmada exclame ¡tachán!, para acentuar lo que es la parte mágica, pero no es capaz de dar la palmada y acordarse del ¡tachán! al mismo tiempo. Además, cuando hace su magia, se le cae la baba. Asefa es un niño que, cuando se divierte, pierde el control de la baba. Es superior a él.
Asefa se acuerda de que cuando vino del pueblo vomitó todo el viaje, porque nunca había ido en coche. Dice que cuando vuelva se acordará de que no tiene que comer antes. Yo lo llevé una vez a la ciudad, al médico, y en el autobús no se podía contener, y cada vez que veía un extranjero por la ventanilla, me gritaba “¡Mira, un frenji!” La gente del autobús nos miraba un poco raro. Dice que una vez a su pueblo fueron unos extranjeros a inaugurar una escuela. Al principio pensaba que yo estaba en el centro por casualidad, entre una inauguración de escuela y otra.
Un día me preguntó normalmente si mis padres eran frenjis o abeshás, que es algo que le interesaba saber. Yo le dije que eran del Goyam (otra región de aquí). Lo vio normal. Le pregunté que qué pensaba que era mejor, ser de una familia abeshá o de una frenji. Me dijo que no lo sabía, que él sólo había vivido con su familia.
Asefa tampoco sabe lo que es un ordenador. Otro día le pregunté si sabía lo que era un rico. Le costó un poco, pero me dijo que era la gente que tenía dinero. A continuación, por ponerme un ejemplo, me explicó que él un día tenía diez céntimos, y se había comprado un helado, por lo que ese día él era rico, aunque -aclaró- normalmente no lo era.
A Asefa le gusta jugar a las canicas. Hay otra cosa que le fascina: devolver las pelotas que se salen del campo de fútbol. Da igual lo que esté haciendo en ese momento, en que las ve pasar, se hecha a correr para poderlas chutar de vuelta. No le gusta jugar en el campo, le gusta sólo devolver los balones perdidos. Supongo que hay gente que no está hecha para jugar en el terreno, y juegan más allá de la banda. Se divierten más.
A veces Asefa llora en silencio. Así, sin saber por qué. Yo le doy una canica, y así se distrae jugando y se le pasa la congoja. Luego me devuelve la canica, y me la guardo en el bolsillo, para tenerla a mano la próxima vez que llore.
Asefa siempre dice que el mes que viene se volverán al pueblo. Está convencido. Desde el día en que llegó. Dice que le da un poco de pena por mí, que me quedo sola (no ha notado los otros trescientos niños que en un momento u otro del día se me suben encima). Asefa piensa que mi vida empezó cuando lo conocí a él. No quiero ni pensar que pueda tener razón.
Abeshá: Término usado para designar a los habitantes del altiplano abisinio.
Frenji: Extranjero
6 comentarios:
Ojalá tuviera una canica mágica de las tuyas. Ojalá todos tuviéramos una!
pd. para todos empieza una parte de nuestra vida cuando conocemos a alguien que finalmente termina por calarnos.
y no me cansaré de decírtelo: esos niños necesitan a alguien (a muchos, a ser posible) pero nosotras te necesitamos a tí, así que con esta melancolía que te está entrando no termines quedándote.
¿Por que siempre consigues que me salga una lagrimilla cuando te leo?
Es bonito, lo que dices, pero esta vida es una historia interminable de vidas que empiezan y acaban.
Ahí reside el encanto de este trayecto, no?
La primera vez que fui a Osaka, veía todo con los ojos de un komche. Sorprendentemente, yo causaba el mismo efecto pero lo disimulaban muy bien... excepto los niños. Una vez un chaval se me quedó mirando y le dijo a su madre "Mamá, mamá, los gaijin ¡qué altos son!". la carcajada fue inmediata. A lo mejor suponía que no le iba a entender...
Esa franqueza infantil se va perdiendo poco a poco, a medida que te complicas la vida. ¡Qué envidia le tengo a esas personas que conservan la mirada franca (que no equivale a ingenua) de un niño pobre! ¿Qué más le da ser pobre o rico? Ese niño, con una canica, es más rico que mi sobrino con una Playstation 3
De nuevo brillante.
¿Puedo cometer el sacrilegio de enlazar Komche y Komche(2)?
hombre revenido,
comentado con kaktus, autora de los post, adelante, todos tuyos. Y muchas gracias de su parte (y de ya de paso de su RRPP, que vengo a ser yo)!!!
Ya te denjé otro comentario, en el primer post que leí. Pero no me puedo resistir a dejarte otro en este. Sencillamente conmovedor.
Y sigo leyendo.
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