17 febrero 2007

MI VIDA EN EL INFIERNO

No es que tenga la sensación, es que lo sé con certeza: no lo conseguiré. No podré estar toda mi vida sin fumar. Es demasiado tiempo. Además, que nadie te asegura que en el Más Allá haya tabaco, y eso es una incertidumbre demasiado grande.

Y ahora viene la segunda e inevitable conclusión: si no lo voy a conseguir, ¿para qué sufrir? Pues eso, que no sé que hacer. Llevo tres días sin fumar y, de verdad, esto es un infierno. No es que sea menos divertida, es que me he convertido en una persona bastante antipática. No es que me levante de mal humor. Es que me levanto enfadada con todo y con todos y eso, contando con que comparto casa con hordas de italianos, es un importante handicap. Sinceramente, hay momentos en los que todos los que me rodean -gente que normalmente me cae más o menos bien- me parecen tarados mentales. Así, sin medias tintas. Todo lo que hacen o dicen me molesta.

Decían que al dejar de fumar se agudiza el sentido del gusto y se disfruta más comiendo. Bueno, supongo que eso empezará a pasarme cuando recupere el apetito porque desde que sé que después de comer no podré hacer la digestión con un piti, como que no me apetece comer para no pasar el mal rato de hacer la digestión sin piti.

Dicen que se te pone la voz más melodiosa. Bueno, no sé. Hace ya varias horas que no hablo con nadie. No me apetece. Como digo, todo me molesta. Todos.

No consigo dormir. Cualquier ruido me despierta. A mitad de noche me vienen sofocos, como a las menopáusicas, seguidos de escalofríos. Hoy me he sorprendido a las tres de la mañana rascándome sin parar. Ahora mismo no puedo dejar de reírme sin razón aparente. Ante estos desórdenes, conclusiones:
1. Hay que analizar la composición de los cigarrillos de este país africano. Parece que me estoy quitando del crack, en vez de del tabaco
2. Gracias a Dios que mis únicos vicios se reducen al tabaco. Si salir de él está resultando así de difícil, imaginémonos lo que hubiera sido salir del caballo. No me extraña que la gente se muera de sobredosis: yo también lo haría, porque sólo imaginar este infierno multiplicado por mil se me quitan las ganas de vivir.
3. El dejar el tabaco me ha arrastrado a otro vicio: el hacer listas de conclusiones que últimamente, a nada que hago, me salen dos o tres (listas, conclusiones me salen cienes y cienes del acto más estúpido e intrascendental).


Pues eso, que estoy fatal, que me muero por un piti, y que, si dentro de una semana sigo así de antipática, qué coño, yo vuelvo a fumar. Por los demás. Y por mí.


No hay comentarios: