Según el artículo 8, epígrafe 1, del Estatuto Básico del Empleado Público son empleados públicos quienes desempeñan funciones retribuidas en las Administraciones Públicas al servicio de los intereses generales.
Y se clasifican en: a) Funcionarios de carrera. b) Funcionarios interinos. c) Personal laboral, ya sea fijo, por tiempo indefinido o temporal. d) Personal eventual.
Según mi propia realidad -que dista mucho de la de los legisladores- los empleados públicos pueden ser:
Jefes y jefazos. Estos se encuadran dentro de la dirección y se caracterizan por:
Los Jefazos, son seres inmateriales, es posible que carezcan de cuerpo, como el tuyo o el mío, e incluso se sospecha que son seres virtuales que viven en las redes informáticas, ya que solamente se les conoce por su firma. Aquí entrarían desde Directores Generales hasta los Presidentes locales y otros cargos.
Los Jefes, son también unos seres extraordinarios. Todo el mundo depende de ellos y nadie duda de su existencia, aunque muy pocos los han avistado en su lugar de trabajo. Suelen aparecerse rara vez, en circunstancias especiales, como son los ágapes, comidas de altos cargos y eventos similares, en los que el denominador común, es comer y beber de gorra.
Por otro lado, dentro de los trabajadores no cualificados, podemos distinguir entre:
Los Ficus, que es el personal que viene a desempeñar una función plenamente ornamental. Están en su puesto de trabajo pero no desarrollan ninguna actividad.
Los amargados, son aquellos individuos que, a pesar de tener un puesto de trabajo para toda la vida, con un horario cojonudo de ocho a tres, y un salario más que adecuado a sus escasas tareas, muestran sendas arrugas en el entrecejo, y se pasan el día quejándose de todo. Desde el gobierno, pasando por la temperatura ambiental de la oficina, hasta llegar a crisparse por el color de chaqueta del compañero de al lado.
Otro tipo de empleados son los coloquialmente llamados, mofetas. Son gente que se dedica principalmente a generar mal ambiente de trabajo, creando rencillas entre los compañeros, criticándoles o levantando bulos entre las opiniones del personal. Aunque se les tiene en estima ya que, evitan el tedio y la apatía dentro de la organización.
Por otro lado, están aquellos que despectivamente se les apoda “los de la empresa privada”. Se caracterizan porque son seres hiperactivos, trabajan a un ritmo más acelerado que los conocidos como funcionarios, sus contratos son muy similares a los ofrecidos por una ETT y suelen ser el engranaje esencial en la maquinaria burocrática. Sin ellos el papel no se genera ni se mueve.
Los “ahora-mismo-no-se-encuentra-en-su-mesa-pruebe-más-tarde”, son aquellos que gozan del privilegio de poder ausentarse de su puesto de trabajo horas y horas, sin ninguna medida de contención por parte de sus superiores. Nadie sabe nunca donde están, aunque su presencia se ha reflejado en el reloj de fichajes.
Muy parecidos a los anteriores, tenemos a los inquietos. Su mayor diferencia con los anteriores, es que éstos sí permanecen en su puesto de trabajo, pero no llegan a sentarse en su mesa más de 5 minutos seguidos. Deambulan de mesa en mesa entorpeciendo el trabajo del resto de compañeros en busca de chascarrillos que les amenicen la jornada.
Pero los peores de todos son los “polifacéticos”. Estos combinan aptitudes de todos los clasificados anteriormente. Suelen estar amargados, nunca están y cuando están no desarrollan nada, y suelen pasar la mañana quejándose de su vida al resto de compañeros.
Y luego están los empleados de tercera y los más importantes, conocidos como “Los Cristaleros”. Estos permiten que entre la luz en el edificio, manteniendo los cristales bien limpios, para que la gente que hace “como que trabaja en su interior” puedan ver algo de luz en toda esta maraña de vagos administrativa.