Si habéis visto un muñeco con un sospechoso parecido a mí, por favor dejar de clavarle agujas. Con el budú no se juega.
Madre qué semanita! Resulta que, el lunes me iba yo a pasar unos días a Asturias –patria querida-. El domingo que debía de pasármelo de preparativos, me quedé enganchada de la espalda, así que terminé en el hospital con dos banderillazos en la nalga y un colocón, que ya quisiera Pocholo para él.
El lunes llegué a Cangas de Onis con un tiempo maravilloso que empeoró en cuestión de seis horas. Pero en el norte ya se sabe, toda la climatología posible se puede dar en un intervalo de menos de 24 horas. Y se dio.
El martes noche me la pasé vomitando con un virus estomacal –no había visto arrojar tanto líquido desde que estuve en las cataratas de Iguazú-.
El miércoles tuvimos que regresar apresuradamente por asuntos familiares.
El jueves me levanté con un constipado y un malestar general de tres pares de narices. Tal es así que no alcanzaba a recoger toda la moquita que goteaba de mi nariz.
Y por fin, hoy lunes, de vuelta al trabajo, estoy mucho mejor de todos mis males.
Las vacaciones? Ah bueno, muy bien, ¿por?
Una fantástica semana romántica en una casita con chimenea a los pies de Los picos de Europa, se convirtió en una gincana, en la que las pruebas consistían en sobrevivir a cada proceso vírico.
Las próximas vacaciones me paso el Panda antes de salir, y echo el Norton al neceser.