Yo, desde hace algún tiempo, me siento como muy cercana a la ciudad de Madrid. No sólo por el hecho de que la Burbu viva allá, sino también porque, después de muchos años de escuchar historias para no dormir sobre las obras del mítico Álvarez del Manzano, por fin he conseguido entender en toda su plenitud cómo se sentían los pobres madrileños, enterrados en vida bajo nubes de polvo y sin posibilidad de escapatoria.
Me permito anticipar que este post será un pelín largo. Supongo que nuestra exigua audiencia lo habrá notado ya, que yo escribo pocas veces, pero soy bastante verborreica. Ya de por mí soy de lengua fácil (rogamos abstenerse de interpretaciones soeces), pero es que por escrito pierdo los límites. El que avisa no es traidor. Este refrán, como que en femenino pierde rotundidad, por eso mantengo el género de la enunciación original.
El caso es que, como algunas ya saben, en este país del África funciona un calendario distinto del resto del mundo mundial. Aquí, por una serie de circunstancias históricas y de cabezonería nacional, estamos todavía en 1999. Como ya habréis notado (perspicaces que sois), el segundo milenio está por llegar. Concretamente a principios de Septiembre, este trozo de mundo entrará en el año 2000.
Los grandes visionarios que dirigen este país han pensado que es una bonita ocasión para mostrar a toda esa parte del mundo que ya lleva ocho años viviendo en el segundo milenio, los grandes avances que se han producido en los últimos tiempos, entendiendo como “últimos tiempos” el tiempo que lleva el partido actual en el poder. Vamos, huir del que pienso que será el enfoque mayoritario de los reportajes que los medios extranjeros vengan a hacer (yo creo que con la tontería, un reportaje de suplemento dominical ya lo harán): que el retraso calendárico no es el único ni el más importante de todos los que sufre el país.
Porque a uno, desde Europa, le puede parecer que entre ser el quinto país más pobre del mundo o el octavo de la misma lista, pues tanto da, que da lo mismo. Pues no. A ellos no les da igual la maldita lista, y allí están, intentando escalar puestos. Que es un loable empeño, el de querer sacar el país de la pobreza. Pero es que no quieren eso. Quieren elevar sólo los números necesarios en determinadas estadísticas que se usan como indicadores para que parezca que se está desarrollando. Y basta, porque no hay tiempo ni dinero pá más, que Septiembre está a la vuelta de la esquina.
En estos objetivos del milenio, se incluyen también las infraestructuras. Y decidieron que para el nuevo milenio había que levantar toda la ciudad, y cuando digo toda, me refiero a más de la mitad de las calles principales (las secundarias, es que tampoco queda tiempo).
Nosotros en el barrio tenemos dos calles principales para entrar. Lógicamente, las levantaron las dos a la vez, para hacer nuestros días más entretenidos. Algunas partes de la ciudad han tenido suerte y las concesiones las han obtenido empresas chinas, que te modifican un barrio en un mes. Nuestras dos calles no han tenido esa suerte, y las hace una empresa local. Tenían que parecer nuevas para Septiembre. Y parecerán nuevas. Tan nuevas, tan nuevas, que no estarán acabadas.
Desde hace ya un año vivimos en un París-Dakar continuo. No se sabe qué es peor, si que trabajen o no, porque cuando trabajan son capaces de cambiar la calle en una noche -no necesariamente para mejor- y al día siguiente te encuentras que la parte por la que sueles transitar se ha quedado sin salida. Por supuesto, no ponen ninguna señal. Nadie sabe qué carril coger. Esto nos da un aire muy internacional, porque a veces acabas conduciendo directamente por la izquierda, como en la Commonwealth. Otras veces parece que vivimos en Sarajevo, con camiones volcados, decenas de taxistas cambiando sus ruedas pinchadas, coches empantanados... Para completar el cuadro, las lluvias se han adelantado.
A todo esto, uno puede pensar que el gobierno habrá dado un plazo límite a la empresa concesionaria. Pues sí. El plazo se caducó hace seis meses. Y se renovó por otro año más. Como tampoco van a cumplir este segundo plazo, se ve que el gobierno se ha puesto punk. ¿Y cual ha sido la reacción de la empresa? Pues que, con dos cojones, han recogido sus cosas y se han pirado. Dejando a quinientas mil personas en el caos. Han dicho que no pueden hacer el trabajo. Se han dado cuenta ahora, después de un año. No queda ni una pala, ni un obrero. Sólo piedras, agujeros, reventones en las tuberías y gente que, en los días de calor, parece generarse espontáneamente del polvo. La mayoría de los negocios de los bordes de la carretera han tenido que cerrar. A algunos les habían hecho socavones en la puerta de tal magnitud que te daban ganas de asegurarte en cordada para entrar. Y tampoco vas a arriesgar un tobillo por comprar una lechuga.
Así que, a este paso, el milenio tendrá serios problemas para entrar en este nuestro barrio.
Álvarez del Manzano y Gallardón, qué grandes incomprendidos. La gente es que se queja por vicio.
Donde hay socavón, hay vida
Valoremos el socavón
El socavón existe.