Maruja en el taller.
Algo tan sencillo como es coger tu coche y llevarlo a cambiar el aceite puede convertirse en un remake de viernes 13.
Lo primero que hay que valorar en una situación así, es si tienes algún amigo, hermano, novio o ex novio al que le puedes encomendar la tarea.
Si no fuera así, pasamos al siguiente paso y uno de los más delicados: elegir qué te vas a poner. No puedes aparecer en mitad del polígono industrial vestida de cualquier manera. Además, hay que valorar que vas en coche pero luego la vuelta la vas a hacer caminando.
Vamos, que vas a pasearte por unas 17 naves industriales donde por lo general el personal suele ser masculino, y a la única mujer que han visto en las últimas horas es la administrativo de su empresa cuya belleza y dulzura brilla por su ausencia.
Así que empiezas a descartar toda la ropa inadecuada que no vas a llevar: Nada de faldas, independientemente de su largura, nada de vaqueros u otros pantalones ceñidos, nada de camisetas escotadas ni bolsitos llamativos.
Una vez que has descartado el vestuario indebido te queda en el armario un pijama de invierno que te trajeron los Reyes en 1985, y un chándal.
Ataviada con el chándal y gafas oscuras para que no te reconozcan te vas pa allá.
Llegas y el tío del taller empieza a bracear como si estuviera indicando el despegue a un F-18 en un portaaviones. Tú supones que lo que pretende es que metas el coche al interior de la nave, y allá vas.
Lo primero que hace, antes de darte los buenos días, es reírse de Ti. Desengañaros. No es una amable sonrisa mañanera. Coño, que es lunes y el pobre trabaja en un taller, ¿Qué motivos va a tener para sonreír?
Tras unas preguntas tontas como -Qué quieres?, o – Porqué le vas a cambiar el aceite? (quizá por que llevo más de 15.000km sin cambiarlo, listillo…)
El tío va y te dice que hasta mañana no te va a devolver tu coche, así que pasas de rogarle que te lo entregue a última hora de la tarde, quedando en que a primera hora lo iras a recoger.
Y ya solo te queda volver a casa. Ja, Ja, Ja.
Te vas lamentando, pensando en la dureza de trabajos que tiene la gente, y de repente uno de los que se incluyen en la categoría de personal especializado te suelta un alarido:
.- Con tus tetas y mi requesón podríamos cargarnos la industria láctea.
Tía, Tía qué fuerte.
Pero antes de que te repongas llega otro sujeto y ves cómo te lanza un beso. Valorando la peligrosidad de la situación te envalentonas y le dices:
.- Preferiría comer las vísceras de cualquier asqueroso roedor antes que acercar mis labios a tu boca.
Y acto seguido echas a correr y no paras hasta que llegas al Mercadona más céntrico y allí, una vez a salvo, te refugias entre el barullo de marujas.
Es la última vez que corro tantos riesgos para algo tan sencillo. La proxima vez volveré en taxi.
1 comentario:
La próxima vez prueba a llegar al Mercadona en el momento en que empiecen una de las reuniones de venta de porductos. Ahí sólo te puedes encontrar al encargado o demostrador de productos y ése aunque te puede hablar de la industria láctea siempre lo hará en un tono mucho más adecuado.
Por cierto, la última vez que yo fui al taller poruqe la moto no se encendía bien, el chico, muy amablemente eso sí me contestó que era porque no la usaba (???)
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