El día de la Oruga.
Ayer fue uno de esos días en que te levantas hablando un idioma que al parecer sólo tú conoces.
Llegas al trabajo y todo está como siempre. Pero, al llegar la primera persona al mostrador, te das cuenta de que algo no va bien. No te entiende. Te esfuerzas en explicarle una nimiedad, que cuentas a cada uno de tus clientes día tras día, pero hoy no funciona. Ni con el primer señor que apareció a las ocho y media de la mañana ni con el último que marchó a las dos.
Empiezas a dudar de si es que hablas raro o es que el mundo se ha despertado obtuso.
La cuestión era tan compleja como lo siguiente:
Te plantas en la panadería y le pides a la amable panadera una barra de pan, con el propósito de hacerte un bocadillo. La señora a cambio de un módico precio te la dará.
Ya, pero necesitas también el jamón, porque sin jamón ya me diréis que birria de bocadillo. Pero no puedes pretender que la señora panadera te venda el jamón.
Así pues, en calidad de panadera, le explicas al señor que lo que debe hacer es, llevarse la barra de pan y acercarse a la charcutería para conseguir el jamón.
Y el señor, que debe tener algún problema que desconoces, por el cual no quiere ir a la charcutería, te vuelve a solicitar que por favor le vendas un poco de jamón, porque él lo que realmente quiere no es una barra de pan sino un bocadillo de jamón. Y con santa paciencia vuelves a explicárselo, pero te empiezas a quedar sin argumentos y acabas recurriendo a la excusa más utilizada desde los tiempos romanos: “disculpe señor, pero es que nosotros no tenemos competencia ni estamos autorizados para hacer dicha transacción.” (O lo que es lo mismo, no tengo jamón por lo que no puedo dárselo).
Al final, el señor resignado abandona el mostrador y esperas sinceramente que por su bien pase por la charcutería y consiga su propósito. (Centraros, que me os perdéis: hacerse el bocadillo de jamón.)
Al momento, ves aparecer de nuevo al mismo señor, mientras se te seca la garganta sólo de pensar que puede que te vuelva a preguntar lo mismo, por lo que habrás perdido media mañana hablando en checo. (Os duele la cabeza, no?)
Bien, pues la pregunta es otra. El señor, además, quiere saber, si cuando tenga el jamón de la charcutería, debe volver a pasarse por allí con la barra de pan, para hacerse el dichoso bocadillo. Con la mejor de las sonrisas le explicas que, tú eres la panadera y que ni tienes jamón ni vendes cuchillos. Vendes PAN. Joder, PAN. El de toda la vida con miga por dentro y corteza por fuera. PAN.
Y así va pasando la mañana, cliente tras cliente, todos con la misma cantinela. Ese es mi trabajo. Una estupidez de conversación día tras día con los clientes.
Llegas al trabajo y todo está como siempre. Pero, al llegar la primera persona al mostrador, te das cuenta de que algo no va bien. No te entiende. Te esfuerzas en explicarle una nimiedad, que cuentas a cada uno de tus clientes día tras día, pero hoy no funciona. Ni con el primer señor que apareció a las ocho y media de la mañana ni con el último que marchó a las dos.
Empiezas a dudar de si es que hablas raro o es que el mundo se ha despertado obtuso.
La cuestión era tan compleja como lo siguiente:
Te plantas en la panadería y le pides a la amable panadera una barra de pan, con el propósito de hacerte un bocadillo. La señora a cambio de un módico precio te la dará.
Ya, pero necesitas también el jamón, porque sin jamón ya me diréis que birria de bocadillo. Pero no puedes pretender que la señora panadera te venda el jamón.
Así pues, en calidad de panadera, le explicas al señor que lo que debe hacer es, llevarse la barra de pan y acercarse a la charcutería para conseguir el jamón.
Y el señor, que debe tener algún problema que desconoces, por el cual no quiere ir a la charcutería, te vuelve a solicitar que por favor le vendas un poco de jamón, porque él lo que realmente quiere no es una barra de pan sino un bocadillo de jamón. Y con santa paciencia vuelves a explicárselo, pero te empiezas a quedar sin argumentos y acabas recurriendo a la excusa más utilizada desde los tiempos romanos: “disculpe señor, pero es que nosotros no tenemos competencia ni estamos autorizados para hacer dicha transacción.” (O lo que es lo mismo, no tengo jamón por lo que no puedo dárselo).
Al final, el señor resignado abandona el mostrador y esperas sinceramente que por su bien pase por la charcutería y consiga su propósito. (Centraros, que me os perdéis: hacerse el bocadillo de jamón.)
Al momento, ves aparecer de nuevo al mismo señor, mientras se te seca la garganta sólo de pensar que puede que te vuelva a preguntar lo mismo, por lo que habrás perdido media mañana hablando en checo. (Os duele la cabeza, no?)
Bien, pues la pregunta es otra. El señor, además, quiere saber, si cuando tenga el jamón de la charcutería, debe volver a pasarse por allí con la barra de pan, para hacerse el dichoso bocadillo. Con la mejor de las sonrisas le explicas que, tú eres la panadera y que ni tienes jamón ni vendes cuchillos. Vendes PAN. Joder, PAN. El de toda la vida con miga por dentro y corteza por fuera. PAN.
Y así va pasando la mañana, cliente tras cliente, todos con la misma cantinela. Ese es mi trabajo. Una estupidez de conversación día tras día con los clientes.
Y los míos no vienen a comprar pan “Eldetodalavida”, vienen a pagar, lo cual afecta mucho en su pésimo sentido del humor. Ya os podéis imaginar, que vienen por lo general de muy mala leche.
Resultado: el lunes 22 fue el día del capullo. (O, mejor dicho, para no faltar a nadie: el día de la oruga).
Resultado: el lunes 22 fue el día del capullo. (O, mejor dicho, para no faltar a nadie: el día de la oruga).
9 comentarios:
Qué maravilla. Nos hablas con parábolas como hablaba el Nazareno a los publicanos y las rameras.
Igual que hay panaderías y charcuterías, también hay bocaterías que venden bocadillos (como lo oyes). Vas allí y por un poco más te lo hacen todo, lo juro, yo lo he visto.
jua jua jua
im-presionante...
a cuanto vendes los bocadillos de jamon?? jijijij
Veeeeeeeeeeeeeees... esto te pasa por no estar esta semana un piso más abajo... que ya te lo decía yo... que va a ser la semana de los capullos... no renuncies... y tu erre que erre... que si, que renuncio... pos ahora no te toca quejarte, jajajaja.
Entonces, en mi caso, HombreRe, la ventanilla única sería la equiparación del camión ese que vende bocadillos, no?
Claro que, no vas a comparar un bocadillo con pan de pueblo y jamón del bueno, con uno hecho en esa "roulotte-bocatería" más que sospechosa.
pitufa, más me valdría vender bocatas de jamón, que seguro que haría más feliz a la gente, jajajaja.
Dina, hay gente a la que le gusta coleccionar sellos, a mí me gusta quejarme. Sin más.
Jajajaja, lo siento me ha hecho gracia, hay que ver lo capullos que podemos ser, pero lo que pasa es que estamos acostumbrados como clientes (cliente= a niño que exige y sino se le complace tiene rabietas, y ademas es un poco capullo) que nos den todo, y ya nos creemos que en panes nos daran bocadillos, y en seccion de higiene intima femenina, a saber que pensaremos.
Pero vamos lo tuyo es mas bien dia de la marmota, si todos los dias son iguales
herzog, por suerte no todos los días son así de extraños, pero es que la gente SEMOS MU PESAOS, niño.
ummmm, bocadillos de jamón....ummm, que ricos!!!!!
¿Y para ponerle el tomate a que hora tengo que pasar?
¿Prestaís el cuchillo?
¿Y la sal?
¿y la gotita mágica de aceite?
Niña, no desesperes, pues hasta que consiga su bocadillo, puede quedar mucho. Igual llegan los chinos antes a la Luna.(2020 se rumorea)
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