08 julio 2007

ME GUSTA EL JÚRGOL

Mi Venerado Hermano Mayor, si no recuerdo mal, en una ocasión dijo que no había cosa más patética que el tenis y el fútbol jugados por mujeres. A mi Hermano Mayor la gente lo venera porque estas perlas dialécticas nos las ofrece sólo a los que compartimos baño con él. O al menos eso creo, porque sino no me explico muy bien por qué la gente lo venera.

En cualquier caso, en lo relativo al fútbol amateur, no puedo sino darle la razón. Yo ahora, en estas tierras, me he aficionado bastante a jugar, no porque me guste hacer deporte -lejos de mí el correr por correr-, sino porque, al igual que muchas otras cosas, jugado con las niñas del centro es muy, muy divertido.

A las niñas éstas, de entre ocho y doce años de edad, la fiebre futbolera se les desató con el mundial del año pasado. En aquellos críticos días, nuestras niñas aprendieron a bailar como Shakira y decidieron que ellas también querían jugar al fútbol. Y desde entonces hasta hoy. El campo de voleibol se ha convertido en un páramo inhabitado.

Lo más llamativo del fútbol femenino es que, mientras los chicos al ver acercarse la pelota a toda velocidad, sacan pecho, las niñas instintivamente nos ponemos las manos delante de la cara, actitud mucho más racional si se considera el hecho de que en este país africano no hay cirugía estética y no estamos como para arriesgar el perfil en el campo de juego.

Durante los primeros días de fiebre futbolera, a pesar de la protección instintiva, dos de nuestras niñas perdieron sendos dientes, y desde entonces juegan con unas pelotillas de plástico de la Coca Cola que nos mandó el Barça. Las citadas pelotas son como globos un poco más duros y botan mogollón. A veces se lanzan cinco niñas a por la pelota e, inexplicablemente, ninguna consigue chutar. Son mágicas, las pelotillas éstas de la Coca Cola.

Nuestras niñas juegan al fútbol cogiéndose las faldas con una mano y el pañuelo de la cabeza con la otra. La cocinera, que de vez en cuando se anima, juega con un trozo de manguera en la mano, para pegar a las del equipo contrario cuando se acercan demasiado. Es una punk.

Las jugadoras normalmente calzan chancletas o las míticas manoletinas de plástico negras, lo que añade un punto de emoción al juego: no sólo tienes que estar atenta a que no te dé la pelota, sino que tienes que retirarte inmediatamente después de chutar para evitar que te dé en la cabeza la chancla o manoletina que sale despedida detrás del balón en el cincuenta por ciento de los intentos de gol. Al final del partido el campo está sembrado de zapatos de plástico, pañuelos, faldas y calcetines que las jugadoras van perdiendo. Puntualización: debajo de las faldas llevan pantalón, no es que se queden en bragas.

Tenemos una portera fija, que es una niña que lleva hierros en las piernas y camina con una muleta. Como no puede caminar demasiado rápido, se le permite despejar con la muleta. En la otra portería normalmente se pone una niña que aprovecha los tiempos vacíos para coser vestidos de fiesta que luego vende en el mercado. Por eso, si estás en su equipo, tienes que avisarla enseguida cuando el equipo contrario se dirige a su portería, porque si no, con las prisas, se le desenhebra la aguja y se le pierde. Cuando se le cae la aguja a la portera, el juego se para momentáneamente y todas las jugadoras la ayudan a buscar. Aún las niñas que no cosen, cuando están de porteras, suelen desarrollar varias actividades paralelamente: despiojarse, saltar a la comba con otras niñas, jugar a canicas... Son niñas de intereses muy variados.

Una vez jugamos un partido niñas-trabajadoras y casi nos meamos de la risa. De portera de las trabajadoras se puso una cocinera que tiene joroba, pero que despeja súper bien. La entrenadora era la cocinera-jefe, que tiene más de sesenta años y no está pá muchos trotes. En la grada, animando al working team estaban las tres chicas de la lavandería, que son todas cojas y no pueden correr. Las maestras, otra de las cocineras (la de la manguera), la catalan girl y yo nos defendimos como pudimos, pero al final nos metieron 3-1. Es que desde que se entrenan no hay quien las tosa, a las niñas estas.

Como digo, son todos partidos increíblemente divertidos. No importa ganar, ni perder. Sólo correr, gritar “dale con la cabeza” permanentemente (todas soñamos con meter un gol de cabeza), “falta” cada vez que alguien te da un codazo y pasar la tarde. Si el fútbol tuvo alguna vez sentido, es éste: las ilusiones de un grupo de niñas que se atreven a correr libres y a gritar, y a reclamar que aquel gol no ha sido válido porque justo una de las ovejas estaba pasando por la portería, y la portera se había asustado (entre ovejas, bordados y fútbol, la pobre niña tiene un estrés...)


5 comentarios:

burbu dijo...

estoy intentado imaginar verte jugando al futbol y oye que me cuesta, pero en que pienso en coordinar patadas y hablar en amáraico como que te pierdo ya

OaBy dijo...

Aún recuerdo los partidos que me cuenta me padre cuando su edad se contaba con los dedos de la mano: sin zapatos ni sandalias y pateando una bola de trapos atados con una cuerda. A veces alguno golpeaba una piedra en vez de los trapos: a buscar un suplente!

Pitxi dijo...

yo de niño jugaba con unas bolsas y precinto de embalar, pq nos prohibian tener pelota en el recreo con lo que con este invento no nos lo podian quitar, lo malo, es que el recreo era en una terraza y aunque estaba prohibido tirar alto cuando se caia la pelota se acababa el partido

Gran relato kaktus de lo que un dia fue el futbol originariamente

buffy dijo...

Pues nosotras de pequeñas jugábamos a las calcas y como mucho a balón pri (prisionero), así que no me evoca recuerdos de la infancia, pero el relato como siempre a la altura de Kaktus.

Estoy con Burbu, no me imagino a Kaktus dándole al balón.

burbu dijo...

eh! y a los zancos y a balón volea y a... si, vale a cotillear