KOMCHE
Ninguno de los niños que vienen al centro ha nacido en la ciudad. La mayoría proviene de las regiones del centro-norte del país, tierras de piedras, iglesias y hambres. Es en ese centro-norte donde está situado uno de los puntos turísticos más importantes del país: Lalibela, una ciudad mundialmente conocida por sus iglesias excavadas en la roca. Contradictoriamente, Wello, la región donde se sitúa Lalibela, es una de las más pobres del país, y muchos de nuestros niños proceden de allí. Tenemos uno de diez años que no había visto una ducha en su vida que dice que cuando llevaba las vacas a pastar veía perfectamente todas las iglesias de Lalibela en la montaña de enfrente. Los turistas pagan 20 euros por ver esas mismas iglesias, y sin vacas.
Esta gente que viene de Wello son el equivalente local de nuestro Paco Martínez Soria. Esto es, son catetos. En amárico, cateto se dice “Komche” y aquí también tiene una connotación despectiva.
Los Komche se ven a distancia en la ciudad. Son hombres y mujeres tremendamente delgados y fibrosos, pero no excesivamente altos. Ellas llevan un vestido verde (verde con flores, en el más imaginativo de los casos) con escote recortado (sin dobladillo) en V y manoletinas de plástico negro. Ellos son mejores: lo más característico es una pantaloneta muy corta en distintos tonos de verde o marrón (los he visto hasta con petos tipo tirolés), sandalias hechas con trozos de neumáticos y van envueltos en mantas también verdes o marrones. Hombres y mujeres suelen llevar el pelo corto, pero cortado con cantos de piedras, con lo que les queda un estilo un poco alcachofa, como a jirones.
Los Komche normalmente cuando llegan a la ciudad se dedican a mendigar. Los hombres, después de algunos meses, empiezan a trabajar en obras, cargando bultos en el mercado o vendiendo lotería. Las mujeres muchas veces pasan directamente del autobús que las trae desde Wello a las casas de prostitución, donde les quitan su vestido verde, les contagian el Sida y les obligan a dejarse crecer el pelo.
Los niños Komche, sobre todo al principio, son niños de lo más triste, porque todo el mundo se ríe de sus pantalones, de sus abarcas y de su acento de pueblo. También están tristes porque en la ciudad no se puede tener vacas y, para uno que se ha pasado doce años enteros llevando las vacas a pastar, es bastante terrible haberlas perdido. Son niños que nunca se han sentado en una silla, ni se han tumbado en una cama. Se sientan a comer en cuclillas y conocen decenas de juegos con piedras. Nunca han visto la tele y, cuando se les acerca un coche, en lugar de apartarse, se quedan paralizados del terror, como los conejos de noche. Esto les pasa también a los adultos, por lo que la gente normalmente, cuando ve un Komche, tiende a frenar.
La gente de ciudad se ríe de los Komche El otro día, un amigo me decía que son igual de catetos los Komche que los capitalinos que sólo piensan en ir a América. Todos piensan que encontrarán el paraíso negado. Los Komche, al final, cargan sacos y piedras. Los inmigrantes podan los jardines de América o cuidan a toda una entera generación de americanos. Cada cual tiene su sueño. Unos van a buscarlo en pantaloneta, y otros con billete de avión y anorak colorido. Ninguno lo encontrará; pero, al menos, los Komche muchas veces tienen la valentía o la desesperación suficientes para volver a su Wello natal e intentar sobrevivir una vez más.
7 comentarios:
me ha encantado chiki, mil gracias por compartir tus historias con las catetas de la peineta y la bota de vino
Opino lo mismo que burbu. Cari, si no fuera porque hay gente con pelotas que hace realmente lo que desea y se van a donde haga farta,...
Un besazo que ya tengo ganicas de verte.
¡¡¡Que chulas son tus historias!!! Aunque sea repetitiva.
Un besazo de la Komche oscense.
No quiero parecer frívolo, porque vivir en las condiciones en las que tú estarás o has estado viviendo no pueden despertar la envidia de nadie. Ni loco abandonaría mis vanales necesidades, mi mundo vacío, mis sueños de economía avanzada que incluye un chalet con piscina y viajes en los mejores hoteles. Son muchos los lazos que me atan y no tengo el valor ni las ganas de destarme de ellos. Y por eso seguramente ni seré feliz ni encontraré la verdad (términos antagónicos donde los haya)
Pero ¿sabes una cosa? De una forma extraña, pero sincera... tus relatos me inspiran respeto y mucha envidia. Sigue así.
Muy muy interesante.
Los parias entre los parias. Descorazonador y brillante.
Oaby, no te preocupes,casi todos somos frivolos en este sentido... poca gente hay que tenga el valor de nuestra Kaktus, este tipo de cosas son las que la hacen tan especial.
Más que especial... excepcional
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