Ayer hice magia!
Puse a calentar agua, y cuando estaba apunto de ebullición, saqué con sumo cuidado un huevo crudo de la nevera y lo sumergí durante 10 minutos aproximadamente.
Os aseguro que cuando estaba retirándole la cáscara, me quedé maravillada de que se hubiera convertido, en lo que conocemos como, huevo duro.
Lo partí por la mitad y, la anaranjada yema, había formado una esfera casi perfecta y estaba situada en el centro -del espacio- del huevo.
A pesar de hervirlo ni había explotado, ni eclosionado, ni había modificado el color de la cáscara, ni su textura. Sólo el interior había variado su circunstancia.
La yema no estaba desparramada o entremezclada con la clara cuajada del huevo, ni lo blanco endurecido disociado por un lado y lo amarillo por otro, ni redonda u ovalada en un lado del huevo, ni apoyada en una de las paredes del huevo.
Un esfera amarilla, perfecta, en el centro del espacio oval, protegida y cuidada por la clara.
Maravilloso, no os parece!
P.d. Espero no dejar nunca de sorprenderme por las pequeñas cosas que tiene este mundo.