DAME MÁS GASOLINA...
Pues sí, que el sábado pasado nos fuimos de marcha. La catalán girl, una chica del Nebraska profundo y una servidora. Mi primera verdadera marcha en este país africano. Después de dos años y medio. No está mal, ¿eh?
Empezamos la night en un sitio donde yo ya había estado cenando. Lo más guay de este sitio es que he encontrado mi sueño culinario: la tropical burguer. Traducción: hamburguesa con queso y, tachán, tachán... ¡piña! ¡¡¡Qué idea tan genial!!!
Después de disfrutar de mi tropical burguer, nos pasamos a un bar con sofás dividido en habitáculos separados por mosquiteras a modo de cortinas. El ambiente al final quedaba un poco “paranoia de malaria”, pero bueno, bastante bien. Lo mejor de este bar es el baño, en el que, nadie sabe por qué (o al menos yo no quiero saber por qué) la bañera la han tapado con una tabla de madera encima de la cual han puesto un colchón. Vamos, un baño con cama. Y hasta aquí quiero y puedo leer.
Pero lo mejor vino cuando fuimos al mítico Memo Club. Digo mítico porque habíamos oído hablar un montón de él. Para empezar, lo abran a las once y media de la noche, una hora en la que aquí ya no queda NADIE por la calle. Entras en el citado club. Lo primero que ves es un cartel que dice que está prohibido entrar con cuchillos y/o pistolas. Algo innecesario, diría yo, porque aquí normalmente la gente no va por ahí con armas.
Luego llegas al bar en sí, que está fundamentalmente constituido por una pista de baile (de parqué del bueno, que no dejan ni beber mientras estás bailando!!!) y, atención señoras, espejos por todas partes. Tipo gimnasio de aeróbic. Y en la pista hay decenas de chicas jóvenes que tratan de bailar lo mejor que pueden... sin dejar de mirar fijamente su reflejo en los diferentes espejos. Alucinante. No es que usen los espejos para cotillear, como se haría en España, sino que se miran a ellas mismas, a su ropa, a su maquillaje, a sus fallidas coreografías...
Aquí la gente, en que se sale de la música tradicional local y sus bailes, que consisten básicamente en mover los hombros compulsivamente, como que el ritmo no se les da muy bien. Como decía la catalan girl, “parece que tienen el culo de hierro”. Circunstancia a tener en cuenta dado que el repertorio se componía única y exclusivamente de reggaetton del bueno buenísimo (el título de este post da una idea de la calidad musical).
Yo ya había oído que en éste país africano sólo fuman las mujeres pertenecientes al sector que en Guatemala finamente llamaban del “sexoservicio”. En este bar, todas estas chicas que bailaban sin quitar la mirada del espejo, fumaban. Fuera de la pista de baile, claro. Pero fumaban. Malboro Light, las colegas. De toda la discoteca, yo era la que fumaba el paquete de tabaco más barato.
Y lo peor, las típicas parejas de extranjero que ya no se jubilará y chica etíope que no llega a los veinte años. Asqueroso. Entre las hordas de chicas, muchas frentes de ex-raquíticas, muchas pinturas más de Halloween que de guerra, muchos teléfonos móviles mirados incesantemente que, a pesar de las miradas, no suenan. Mucha tristeza en los estudiados movimientos antes el espejo. Mucho extranjero feo y viejo tratando de disipar frustraciones. Algunos etíopes controlando las chicas. Una extranjera cincuentona que bailaba que parecía Maria Jesús tocando Los Pajaritos. Y ya. Todo un poco sórdido, envuelto en un olor a perfume que al principio pensamos que venía de las propias chicas y luego llegamos a la conclusión de que lo vaporizan en el ambiente, pero que al cabo de media hora como que mareaba mucho, mucho.
Y pa casa, a tiempo de ver la segunda parte del Barsa-Madrid. La catalan girl. Servidora, a dormir, tratando de olvidar las caras de aquellas pobres de la disco, demasiado blancas para tener salud, demasiado oscuras para tener dignidad.. no sé, supongo que es así en todo el mundo.
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