01 abril 2007

PATRIA

A mí una de las cosas que me llamaban más la atención de Latinoamérica era el concepto de Patria, así, con mayúsculas. Allí tenían el Día de la Patria, cantaban el himno cada dos minutos, llevar los colores nacionales no era una vergüenza o una ofensa para una parte de la nación, sino un orgullo o incluso una circunstancia sin mayor trascendencia...

Sin ánimo de meterme en berenjenales que no son de mi incumbencia, diré que yo lo que es española, española, nunca me he sentido. A nosotras, chicas de la E.G.B. de colegio femenino católico, la conciencia de patria nos la intentaban forjar una semana al año. Y basta. Lo que pomposamente se llamaba La Semana de Aragón. Toma ya.

La Semana de Aragón estaba compuesta de un maratón de actividades con el único objetivo de aprender a valorar el amplio legado natural, cultural e histórico de nuestra región. Así planteado, uno podría pensar que nos hablaban de Buñuel, de Goya, del Románico... Para nada. La semana estaba jalonada de cachirulos, sarrios, botas de vino (como atrezzo, nunca llenas de licor) y boinas.

En primer lugar estaba la mítica exposición de trajes regionales, mapas de valles con iglesias, montañas y sarrios pintados; y cuadros con edelweis secas, todo junto y, la mayoría de las veces, apelotonao. Lugar de honor para el bonito dibujo que explicaba las distintas partes de una mítica chimenea ansotana.

El acto central de la Semana de Aragón era la representación de un sainete aragonés que era ya el colmo del delirio regional. Se representaba en grupos de unas diez niñas que normalmente simbolizaban la típica familia aragonesa (para hacerla más típica, la mitad de las niñas se travestían en hombres o niños)

. abuelo batallitas con boina, bota de vino y bastón, como si la cojera fuera una enfermedad endémica de la región

. abuela desdentada hilando algodón como una loca

. señor padre labrador con alforjas colgando y forrado de refajos hechos con pañuelos baturros, como si acabara de atravesar el Pirineo en Marzo (¿posible contrabandista de tabaco?). Este señor solía ir con boina o, en su defecto, pañuelo con cuatro nudos o cachirulo. Bigote correctamente pintado.

. señora madre con una cesta con huevos y delantal permanente. Moño y/o pañuelo en la cabeza. La presencia de un pan en la cesta era opcional.

. parejita de niño y niña. Los dos de joteros. Preparados para todo. Normalmente, jugaban a las tabas

. tía sorda vestida de negro

. señor cura

Durante el citado sainete todas las niñas teníamos que gritar como si la tía no fuese la única sorda, acentuando todas las sílabas hasta quedarnos sin saliva e intercalando frecuentemente expresiones del tipo “majeta”, “chiqueta”, “astraleta”.. de todo, menos “teta” (para ser que íbamos a colegio enteramente femenino, no era una palabra demasiado utilizada). Ante un eventual olvido del texto a recitar, la onomatopéyica exclamación “quiá” era considerada como un divertido chascarrillo, fruto de la imaginación y el desparpajo de la niña en cuestión.

El sainete normalmente hablaba de leyendas de corral que el abuelo batallitas contaba a los niños que se aburrían de tanto jugar con las tabas.

El mítico sainete aragonés hacía que todas las niñas que intervenían parecieran retrasadas mentales.

Otro de los momentos cumbres era la exhibición de jotas. A las monjas la que más les gustaba era una que decía “Y como no sé rezar, entre un día a ver la Virgen, y como no sé rezar, canté una jota `espacico´, y vi a la Virgen llorar”. Se ve que nos imaginaban a todas vestidas de baturras, así por casualidad, entrando en el Pilar, y cantando jotas “espacico” para ver llorar a la Virgen. Qué ganas.

Y ésta era la idea que se nos inculcaba de nuestra identidad regional. Abuelos cojos, viudas con trompetillas, niñas vestidas de jotera que hacían llorar, edelweis y nieves perpetuas sobre las que pululaban los sarrios. De Aínsa para abajo, sencillamente, no había vida. El siglo XX todavía no había llegado a nuestra querida región. El resto del año, en la escuela, se valoraba el estudio, la conducta... en La Semana de Aragón se valoraba que supieras distinguir una patatera de un esparraguera y el número de cabritillos que hubieras visto parir en los corrales que todavía conservaba tu abuelo. Y si no tenías ese increíble legado cultural, durante la Semana de Aragón, sencillamente, no existías.

A mí, el descubrir, no sólo que nuestra tierra no era la más bonita del mundo mundial, sino que había vida más allá de Barbastro, como que me dio hasta alivio. Cada vez que me acuerdo de aquellas imágenes de postal me dan escalofríos. Si el objetivo de la Semana de Aragón era conseguir que a una le vinieran ganas de salir corriendo de Aragón para nunca más volver, de verdad, lo consiguieron plenamente. Aquí me tenéis, que si corro más lejos se me acaba el mundo mundial.


1 comentario:

Anónimo dijo...

IMPRESIONANTE !
A mí que soy una desarrapada, lo de la patria, ya ves, como que me la trae al fresco. Pero me he reído un montón. Siempre es un placer leerte. Claro que pa saber que había vida más al sur de Barbastro tampoco había necesidad de irse al África, no? Habernos preguntao. Un besazo.