ONCE UPON A TIME
Érase una vez un princesa que se levantó de su cama con aires de cambio. Miró su fantástico vestido de princesa, con su encaje, sus tules, su color pastel... y le dieron ganas de quemarlo. Quemarlo, y luego hacer una parillada con sus cenizas, para celebrarlo. Tanto encaje, tanto tul, tan, tan rosa, sí, sólo podía ser pasto de las llamas.
O del fondo del armario, que eso cabrea menos a la reina madre que se encargó de comprarlo. Pero la princesa sí se permitió poner la música y bailar mientras pisoteaba la corona, y aprovechar el momento para quitarle el papel a la barita y así usarlo como palo para jugar con el cómo si fuera una espada.
Después de ese día la princesa no necesitó nada más. Ya no era una princesa, era LA reina; ya no quería probar suerte besando ranas. Para qué? Tenía una linterna, un destornillador, unos preciosos vaqueros y las botas de montaña que nunca pisarían una altura superior a los 1.000 metros. Hasta descubrió lo que era una llave allen y cómo utilizarla (gracias a su última compra en el IKEA para decorar el cuartucho que cambió por su preciosa ala sur de palacio).
Ya no creía en perdices, demasiada pluma, decía. Ya no le gustaban los bailes de palacio ni pasar el día de carroza en carroza, prefería los aquerrales de las brujas, eran más divertidos y le permitían ver amanecer.
Un día de su vida perfecta la ahora reina se miró en el espejo. Recordó sus tiempos en palacio y rebuscó en las cajas de la mudanza hasta que encontró su antiguo vestido. Se lo pusó y se miró en el espejo. El vestido le quedaba corto, y le aplastaba el pecho, tanto que le cortaba la respiración. Era la Anabel Alonso de las princesas.
Y entonces a su labio llegó el sabor salado y dulce a la vez de una lágrima, su propia lágrima. Entristeció, y lloró frente al espejo, ya nunca más sería una princesa, no podía, no sabía cómo serlo, nadie volvería a peinarle, ni le ayudaría a llevar el equipaje, ni...
Se dirigió al armario de la cocina y ellá misma se preparó su infusión preferida, la de hipérico, la que guardaba para ocasiones especiales. Se sentó en el sofá y la saboreó.
Cogió el teléfono y llamó a sus hadas madrinas, se puso sus vaqueros, se lavó los ojos y se ató los cordones de sus botas de montaña. Se reunió con ellas y disfrutaron del mejor elixir de la juventud, una cerveza fresquita, mientras planeaban cómo sería el siguiente aquelarre y que iban a necesitar para ello.
Y ahí, entonces, fue feliz sin que muriera ninguna perdiz.
Porque no todos los finales son iguales, porque hay princesas a las que no les gustan las coronas. FIN
13 comentarios:
Que chuli el cuento, mu tierno...
Por cierto, Buenos días Princesa!!
buffy. Me alegra que te haya gustado. Buenos días hada madrina!!
Llorar por no volver a ser princesa?? eso suena a complejo de hacerse mayor :P. Son etapas de la vida por las que todos pasaremos jojojo
Pero si, abajo las princesas cursis. Ahi a hacer aquelarres y luego cuando os caseis evolucionareis a brujas xDDDD
Que fantástico cuento.
Me gustó... este y otro de perdices que se comen princesas porque han terminado felizmente un cuento... mis dos preferidos.
Un besote.
Agatha Blue*
Ostia como han cambiado los cuentos, no?
Burbu: Antes bruja que princesa. No tienes que llevar tutu rosa de encaje (que seguro que pica un montón), ni besar batracios, y encima puedes llevar escoba cuando quieras. Abajo las princesas, abajo las coronas.
Tú siempre serás una princesa...
... de Mónaco
(de las que persiguen trapecistas, guardaespaldas, pierdeespaldas, etc)
tito, suena más bien a complejo de inocencia perdida, pero sí es bastante parecido. ca-qué? por palabras menos obscenas que esas deberíamos echarte de nuestro reino. Pero te daremos otra oportunidad, somos así de majas.
agatha, mil gracias. Perdices que se comen princesas? umm... no está nada mal.
maru, y sobre todo cambiar la corona por un precioso gooro de pico. Se puede pedir algo más?
mi querido mono, espero que eso sea un piropo. Guardaespaldas,no; trapecistas, malabaristas y funambulistas los que vengan.
Por supuesto que es un piropo.
Estefanía forever.
reve; ahh entonces mola. Go fanny go!
Pos yo sí soy Princesa. Otros días soy de la boca de fresa. Hoy de la boca pastosa, que ayer se nos hizo tarde con las tapas...
Cari, las princesas no se ponen impertinentes cuando les da un bajón de glucosa.
Porque no tienen bajón de glucosa. Sus cortesanas jamás dejan que lleguen las tres de la tarde con el estómago vacío. Hombreya!
A ver kaktus, un tema, cuando has desayunado, has tomado una tapita y varias cañas, y luego un pequeño picoteo tipo pato a la naranja antes de comer, es imposible llegar a las 3 con el estómago vacío.
Publicar un comentario