11 diciembre 2006

Internete

El otro día me llegó un mail de El Pais.es, medio electrónico del que yo soy humilde suscriptora. En el susodicho mail me comunicaban que han cambiado la edición digital y que ahora tengo un montón de millones de servicios a mi disposición, entre los que figuran, entre otros muchos, acceso a todos los suplementos en PDF, emisión de calidad de toda la troupe de cadenas del Grupo Prisa y recepción de CNN+ en directo. Chicha.

La cosa es que ahora cada vez que abro una noticia, me se aparecen también cinco noticias de última hora, una foto relevante del día (nada que ver con la noticia que yo he abierto), varias noticias correlacionadas y sucesivos iconos que me permiten valorar la noticia, opinar, enviar por correo a un amigo (que si no está suscrito como yo no podrá abrir la noticia en cuestión), ampliar o reducir el texto y, creo, comprobar los derechos de autor del artículo o algo así. La polla en vinagre, sin ánimo de caer en la ordinariez.

A mí todo esto de la modernidad, de verdad, sin tapujos, me parece estupendo. Pero es que la modernidad no la tenemos todos al alcance de la mano, precisamente. A servidora, la modernidad le funciona a 53kbs los días de conjunción planetaria en que funciona la red. La susodicha conjunción planetaria, normalmente, no funciona durante más de 30 segundos seguidos. Desde aquí, desde su territorio, desde Internete, me desahogo: yo os maldigo, rediseñadores del País. Yo, que me suscribí inmediatamente después de que cerraran la güeb, que llevo la friolera de cuatro cuotas anuales pagadas, yo quiero de vuelta el servicio que contraté y no la modernidad esta, que para leerme un breve he tenido que esperar un minuto de reloj a que se abriera el breve, las dos noticias relacionadas con el breve, una foto de un cohete que han lanzado desde Cavo Cañaveral (sinceramente, en un primer momento he pensado que las innovaciones incluían la posibilidad de lanzar tu propio cohete espacial) y los dos comentarios que alguien había escrito sobre el breve. Por primera vez en estos cuatro años de sentirme una pringada por pagar por información de Internet, estoy pensando en no pagar mi quinta cuota. Si no fuera porque mi banca on-line también ha decidido modernizarse e incluir dos pasos más de seguridad antes de permitirme operar, lo cual me obliga a pasar al menos media hora delante del ordenador antes de completar el proceso, de verdad, me borraba de El País. Pá modernas, las de antes: abanico, peineta y p’alante.

(Qué castiza me ha salido esta conclusión)


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